domingo, 12 de febrero de 2017

Si Gonzalo tuviera Facebook

Qué sería del Nadaísmo, si se hubiera levantado en los cables y moderadores de luz de nuestra época, si se hubiera abierto paso, tembloroso y tambaleante, entre las pantallas y la publicidad al contacto y la información al instante, rápida y amarilla, de tendencias decadentes y filtros sobre filtros que cargan otros filtros. Qué sería si Gonzalo, fuera un obseso de las inyecciones digitales, si hubiera escrito su "Muerte no seas mujer", en un muro abandonado y también muerto de una sed social cualquiera, es decir, red social cualquiera: siempre se trata de la sed de algo o de alguien. Antes de morir pedimos agua. Qué sería si Arango, hubiera cambiado el rollo de la máquina de escribir, por la luz blanca y la sensibilidad monstruosa de la pantalla del celular y sus sonidos robóticos. Cuántas fotos de perfil tendría, cuántos acontecimientos importantes resaltaría y explicaría: ¿Le hubieran borrado?, ¿le hubieran bloqueado?... Yo creo que Gonzalo nos dejaría en visto a todos, eternamente, y a quien osara enviarle un toque, lo destruiría con un poema sanguinario de esos que tanto apetecía, revelando la idiotez de tal acto, en apariencia dizque subliminal. Yo creo que a Gonzalo le hubieran cerrado la cuenta y él ni cuenta se hubiera dado, yo creo que el Nadaísmo, se hubiera escapado de todo este desperdicio, mal reciclado y mal digerido por el cerebro humano, que no es más que un frijól enorme de carne y venas, clavado a fuerzas en un cráneo. Y allá en la nada, donde nadie lo molestara y pudiera maldecir a los cuatro vientos, se hubiera refugiado con sombrillas viendo caer lluvias de información y pensando cómo escribir una carta abierta al mundo, la primera y la última carta del mundo, recomendando conservar el anonimato de todas y todos, abrazando la intimidad arrebatada, prendiendo velas violetas a la soledad, de cuya cera se formarían troncos de sangre, que el Nadaísmo donaría a todos los locos que se están muriendo en un mundo de insoluble cordura. 


Gonzalo Arango, se siente triste. Gabo comenta: "Ya era hora". Andrés Caicedo, graba su suicidio en vivo en YouNow. Hemingway, cierra Twitter y se dispara con una escopeta. Poe, habla de la muerte y los fantasmas en su canal de YouTube, tiene más de un millón de suscriptores y ésto le da asco y le produce ataques de nervios a las tres de la madrugada. Baudelaire, ni lo considera, solo tiene datos para su WhatsApp y como avatar proyecta la vieja fotografía de sus rosas marchitas. Nunca está en línea. Sartre, se crea una cuenta en Instagram y sube fotos de sus cigarrillos y especialmente las colillas. Emil Cioran, comenta con el numeral: #ElCinismoDeLosViciosos. Ahora bien, supongamos que Gonzalo Arango, ve en la tecnología la capacidad de llevar más lejos sus ideas, sus mapas y sus laberintos mentales. Regresemos a la idea del principio, verdad, arrastrémonos de vuelta entre todo ese lago de lodo. Gonzalo Arango, crea un movimiento industrial y literario, arte anónimo y bizarro, y la primera regla es que solo se pueden enviar notas de voz de máximo diez segundos. Así, las frases cobrarán poder. Con el tiempo, crean una segunda regla, y es la de no transmitir nunca nada en vivo, incluso si estaban ebrios de licor importado, nada merece ser grabado en imágenes para los demás si no está dirigido por Alfredo, el gordo cachetón o por Chaplin. El matoneo está más que aprobado, es una pequeña ley adjunta y secreta. Pero no importa qué tan gracioso sea lo que estaba sucediendo, no importa qué tan de moda se pondrían posteando patrañas demasiado humanas, no importa si marcarían lugares privilegiados en las tendencias del día, del mes, ni del año. No, es que no, si Gonzalo Arango tuviera Facebook, hubieran máximo mil usuarios; todos clandestinos, encerrados en mazmorras apartadas del mundo, escribiendo opiniones como si se tratara de las confesiones múltiples de un solo pecado: ser humanos.


La felicidad no se hace




Pieza visual: Jared Tyler, en Flickr.

La felicidad es una raza, evidentemente en extinción; no se puede ser feliz si uno no la lleva en la sangre, grabada en los glóbulos desde el nacimiento, hasta los futuros huesos de la tumba. No acepta intentos, es o no es, desprovista de toda mediación y variedad; el hijo de la felicidad desprende una carcajada con la primer palmada del médico, y desnudo y cubierto de sangre, es feliz, se burla de su desgracia. La mentira de la sonrisa y de los labios estirados hasta acariciar las orejas, ha roto el concepto de felicidad e invoca la humana teoría de la tristeza: la felicidad vista como una promesa, falla siempre, caduca. He ahí el intento bochornoso de la religión. La risa no simboliza felicidad y por el contrario, es cercana a la amargura y próxima a la muerte: "La muerte nos sonríe a todos". Sonreímos para detestarnos un poco menos y alejarnos un poco más de nosotros mismos. Quien desprende demasiadas sonrisas también desprenderá amargas lágrimas, usualmente más verdaderas que esa sonrisa, que la sal del agua ocular borrará sin remordimiento. Todo tiempo pasado fue mejor, eso dice el hombre que se recuesta en la piedra de la tristeza y espera que se convierta en pan. El feliz, desconoce del tiempo y sus relojes, toda marca y medición le es ajena, no sueña incluso, no se limita, sufre la gloriosa enfermedad de la liberación constante. Desea las caídas, se obsesiona con los caminos empinados y descansa su corazón entre los lobos, sin protecciones y sin lamentos, no es poseedor de ningún sello ni conmemora ideas. Siempre está por dentro en fiesta, muerto de la risa, y por fuera vivo de tristeza y seco de silencio. Es el precio de la libertad, es la cuota que cubre el hecho de ser feliz.


El personero no es una persona

Dicen por ahí, una frase que parece ser de la autoría de todos los hombres y de todas las mujeres del mundo. La frase que dicen, dice lo siguiente: "La vida es sueño y los sueños, sueños son". La mejor manera de corregir la ironía del destino, la mejor manera de justificar los desvaríos sobre los que están sostenidas todas las democracias del mundo, y en especial la de Rionegro, está introducida dentro de esa frase indeleble que salió de una novela que se sustenta en el título básico y muy espiritual de "La vida es sueño". Se ha vuelto un sueño ver cumplir todas las promesas que la política lanza en sus discursos, como si se tratara de confeti, y ese confeti muy colorido a la vista, solamente calma la ira de un pueblo, hambriento de evolución y cambio verdadero. 

La piñata ha sido rota por la mitad, gracias al golpe brutal de la información, pero no sabemos qué hacer con tantas sorpresas que se nos amontonan en el suelo, y olvidamos que todo lo que brilla no es oro; los rionegreros se lanzan al piso como hormigas en huída, e intentan recoger con sus fuerzas débiles, todas las promesas más grandes, los unos se las arrebatan a los otros y los otros a los unos, las parten por la mitad como si fueran otras piñatas diminutas, y quien logra llevarse algo de valor a cuestas, es aplastado por una mano secreta que no tiene huellas datilares. Y así pasan de valer todo a no valer nada, si debemos apuñalar a alguien, lo haremos sin reparo, porque el miedo nos hace violentos. Dice uno, ya sin corazón. Otro más valiente grita y se desgarra la garganta: ¡El personero, encontré al personero!...

Todos dejan caer las sorpresas, invadidos por un sentimiento de mediocridad, se acercan en puntillas lentamente, para ver el tesoro en silencio y llorar juntos de alegría. Pero ese silencio les revela algo, se dan cuenta de que el hombre que gritó eso está ciego, sus ojos lo prometen. Lo que tiene en las manos, es un títere desgastado y con la madera húmeda, en proceso de descomposición. Todos se alejan y vuelven a lanzarse al suelo, para tomar de nuevo en sus manos, las sorpresitas, y llenarse la boca y las mejillas de confeti y volver a casa con las almas vacías pero sucios de regalos silenciadores de la verdad. Así en casa todos creerán que el mundo va de maravilla.

Pareciera que ese dichoso puesto, no pudiera ser ocupado por un ser humano, y más que un puesto, se trata de un carrusel solitario, en donde el que se monta es bajado de una sacudida fuerte, por parte de sea quien sea que empuja y hace girar la atracción. Que en mi consideración, no debe ser otra cosa que una marioneta reluciente y recién pulida, que tiene la vocación de la simpatía.

Nadie dice nada, porque si alguien dice mucho algo, lo terminan es matando, también mucho; entonces empezamos a relacionar la muerte con la opinión. Todo hay que hablarlo pasito, si se trata del gobierno del pueblo, hay que escribirlo en una servilleta en código y después introducirla al fondo de lo que sobró del café, y que una mujer la selle con un beso para que se camufle. No importa que nuestra dignidad esté en juego, no importa que estén viendo en nuestra cara, la máscara de un bufón. Que se sigan burlando del pueblo, que lo vendan; mientras todavía haya confeti, piñatas y marionetas. Porque eso parece ser lo que nos gusta y seduce, el circo.

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