jueves, 20 de abril de 2017

Menos no siempre es más

Estamos destinados al corriente sendero ideológico de matarnos los unos a los otros, de herir al que nos hiere e incluso, herir al que nunca nos ha hecho nada, con la excusa de que algún día podría hacerlo; y bien sabemos todos que ya hemos sido genocidas mentales, bombardeamos los logros ajenos que no correspondan con nuestra desgracia, y queremos que también el otro caiga con la misma fuerza en nuestro espiral de locura y perdición, así por lo menos no seremos los únicos en el campo de concentración reservado para quemar a los estúpidos que, como pingüinos drogados por la élite, permanecieron con las manos en los bolsillos, rascándose los rotos, que también simbolizan nuestra pobreza espiritual.

Somos cómplices y testigos de una terrible epidemia de idiotas, por cada palabra que aquí escribo aparece uno nuevo. Yo me entiendo. Todas nuestras desgracias son un asunto predeterminado por la publicidad y la información de un mecanismo social infectado, no sabía que tantos estúpidos podrían caber en la cafetería de una universidad y mucho menos que la baba y los bostezos que engendran en clases, les permitiera graduarse incluso con honores. La envidia tan fundamental en este baile de diablos pobres, es identificada como una patria, el odio fomenta las mismas labores de un estado y el parlamento y nuestra guerra civil tienen condiciones cibernéticas hasta ahora absurdas y dañinas. Nuestros únicos instantes de confort se ven eclipsados por las fuentes de propaganda terrorista y el recalcitrante discurso mundial de que, la tierra no soporta más a los humanos, y no importa cuántos documentales haga Dicaprio o cuántos informes narre Morgan Freeman, siempre desearemos un Ferrari y follar con Angelina Jolie.

Todo es calificado como intrusivo, decadente y superficial, pero quienes califican esas cosas no tienen la estatura moral suficiente para ver que después del muro, hay un montón de "soldados" americanos muertos de la risa escribiendo informes secretos que siempre fueron públicos para mantener esta narcolepsia corrosiva que nos sostiene sin fuerzas ni ganas. Deberíamos darnos cuenta que no se trata más que de pistolas de agua, bombas de aire, misiles de arena, aviones de juguete y barcos de papel. Lo único que tiene un real fuego y una verdadera reacción nuclear son las ideas. Pero qué va, todo lo que tenga que ver con el poder de las ideas nos parece ridículo, blasfemo e insensato.

Nos gusta ignorar a los artistas que emergen como rosas negras sobre este lodo de corrupción, pues no estamos dispuestos a soportar sus voces porque pueden volver a fallarnos y mucho menos aguantaremos sus llantos poéticos. Nos gusta ignorarlos porque nuestro ego no puede alimentarse de su mensaje. Queremos carne y no palabras. Desearíamos que muriera, no nos sorprende lo suficiente desde nuestra oficina gris y tétrica. Los hombres se ajustan la corbata y las mujeres se miran las ojeras en un espejito, un estudiante juega con la selección múltiple de su examen y marca sus dientes en el lápiz, es un mensaje de ira. Suena el teléfono, se nos acelera el corazón y estamos sorprendidos, debe ser el domicilo o el jefe.

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