miércoles, 26 de julio de 2017

Poemas que no sirven para nada

¿Quién podrá salvarnos de nosotros mismos?





Declaro en paréntesis mi vida y la tuya, y todas las vidas que nos siguen, 

y todas las vidas que ya se cansaron de seguirnos, que ya se cansaron de nosotros, 

y todas las vidas que ya, a partir de este poema, no nos esperan.

Y si es que algo puede seguir las cosas que son invisibles y apasionadamente fugaces,

que nos sigan en un favor solidario, las estrellas, si es que pueden, en compañía de la luna, si es que acepta.

Y cómo olvidar los sueños de los que despertamos sudando.

Cómo olvidar tus abrazos, que me salvaron tantas veces del mundo.

Declaro fúnebres, ya muertas, las incesantes historias que éstas vidas acarrean.

Y las humildes anécdotas que las salas y las conversaciones, tejen y estiran en el tiempo.

Las mías.

Ceniza de tus cigarrillos, ya son.

Toda palabra dirigida a ti, es ciega.

Todo disparo, te traspasa y te ilumina.

Te callas, yo hablo.

A veces, no digo nada porque tú eres todo...

Y aunque de verdad no sea esto la vida, aunque de verdad solo somos polvo,

de actitud estática y poco estética.

Bebo con amor el vino de la desgracia y a mi izquierda,

el carbón dibuja un punto final que promete una dimensión distinta.

Ya ves, querida, que de punto no tiene nada y de final tampoco.

Error gramático. Fallo cósmico.

Todo es tan parecido a ti.

Tan tuyos se me hacen todos los lugares, todas las miradas,

e incluso en una lágrima ajena alcancé y vi tu reflejo.

En tus mareados ojos color ciruela, escurro el pañuelo de la guerra,

Que también es un veneno.

Y todo esto simboliza mi derrota, y al fin encuentro el camino correcto,

de mi perdición.

Mis ojos se han rendido.

Mi alma se ha ido a buscar la tuya.

Tus labios cantan la victoria, y como la muerte ha sido vencida por uno

de tus tantos besos,

El invierno se disfraza de verano.










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