martes, 21 de febrero de 2017

Poema al Infinito

Las sombra de una voz todavía me recuerda,

y en los glóbulos de mi sangre todos mis errores se codifican.

Y el disco que es la luna gira hasta poder marearme, su música me causa escalofríos.

Todas las playas ahora son un vago charco en que las gaviotas se envenenan, sus cuerpos flotan hasta mi alma.

Y la eternidad ya se me hace tan pequeña y ficticia.

Cuántos rostros esconde la lluvia, y cuántos relojes han de marchitarse con su sonido,

tanto dolor debería ser un pecado, cuál es el precio absurdo de un sufrimiento.

Y entre estas reflexiones tan insulsas me encuentro ahora perdido, y lo que quería era encontrarne,
estoy perdido, como un coche enterrado en la nieve, en medio de la nada.

El mundo es una enorme masa muerta y vive dentro de todos nosotros, como una montaña que todavía crece y no de alegría.

El aire no logra aliviar todas las heridas, se abren de vez en cuando como siniestras sonrisas.
El silencio no me cabe en el pecho, grito y no logro decir nada.

Un susurro me flecha los sueños, los pedazos me cortan los pies, y a mi paso murciélagos siguen mi rastro. 

Descubro mi destino, en el humo del último café del día.

Soy el hijo ilegítimo del olvido y mi nombre no es mi nombre y mi vida no es mi vida.
Todo la tristeza del mundo es infinita y está toda junta en mi espalda.

Mis ojos caen de rodillas, en un vacío hecho de tiempo, y los demás a veces me rescatan.
Vuelve a empezar todo, como si nunca hubiera pasado nada.

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