miércoles, 27 de diciembre de 2017

La astronauta de nostalgias



Creía que el mundo era la descomposición metamórfica de su corazón incendiado y enquistado de heridas inmisericordes, dividido por túneles de cicatrices cotidianas que seguían filosofías distintas, abstractas y extremistas. En todos los espejos veía que la vida era ciega y que podía repetirse en cien dimensiones distintas más, y que los sueños, no son más que la prolongación de nuestra ceguera y en última instancia, de nuestra memoria. La ceguera es la explicación al sufrimiento de la humanidad, se repetía mientras dejaba que el tribunal de la oscuridad interna, disolviera su vista y la fusionara con la visión de los Dioses que vibran a velocidad de la luz que espanta la oscuridad.  Siempre cerraba los ojos cuando un sueño le acorralaba la cabeza, abrazando sus deseos, en busca de respuestas imaginarias y ficticias que ella solucionaba con la tibieza de la experiencia. Tomaba apuntes en el borde de las libretas rasgadas por el uso, y la música solía esconderla del mundo con destreza, así que siempre podía mantener los ojos sellados, esconder el poder de la luz verde que le coloreaba la retina. Parecía siempre estar soñando, nadando en el mar imperial en el que flotan las estrellas cuando arde la noche, en los ritos plateados que oficia la luna. Abría los ojos en la patria de la imaginación. 

Entrada destacada

Lo que no es de nadie [POEMA]

Pintura: Albert Bierdstat Soy la tarde azul que marea al mundo el silencioso lago que con sospechas renuncia al tiempo que lo c...