jueves, 23 de febrero de 2017

Amar a una mujer es jugar a la Ouija

Ilustración: Vin Ganapathy

Todo parte de una división: dos senos, dos ojos, dos piernas que se abren y se descubre un manantial de humedades que se cicatrizan en la cara interior de sus muslos, sus dientes se muerden los labios y lastimados sangran fantasmas errantes, que tiran de los vestidos de nuestra alma, se cuelgan de ella como si se tratara de un columpio. El sol se ubica en su trono, en uno de sus pezones, y la luna mengua en el otro, como un arete de plata. El sí y el no es decidido por el tribunal de sus labios. Todas las letras están derramadas a lo largo y ancho de su cuerpo, formando un océano de palabras. Nuestra lengua como una espada las elige y las delata, dejando líneas rojas por todos lados. Leemos ahora palabras en idiomas sagrados, todos los espíritus son invocados y parecen ser estrellas. Se forma un mapa de sudor y todos sus poros son señales, y en uno de ellos se ha de descubrir un tesoro. Su ombligo es ahora una tumba de besos. Preguntamos con la mente si alguien está presente y ella lanza un gemido y arruga las sábanas, las tablas de la cama se comunican con todo el cuarto, mientras sus piernas se enroscan en la espalda como las raíces de un roble; brilla su seno y el pezón ahora se transforma en un diamante, su pelo se descompone en serpientes y sus ojos reflejan números que se convierten en aves. No podemos retirarnos ahora, sin terminar el juego. Sorprendidos comprendemos, que todos sus gestos eran una advertencia y su ropa interior era un mensaje. 




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