lunes, 20 de febrero de 2017

Gracias, Kurt Cobain

El 20 de febrero del año 1967, mismo año en que ya llegaba a su fin el Che Guevara, a manos de militares bolivianos. Justamente, en Estados Unidos, nacía un niño también de alma aventurera, rubio y de ojos azules. En apariencia, igual a muchos otros niños hijos de familias americanas ordinarias, enfermas por la televisión y la comida rápida, causantes de muertes lentas y malestares económicos. No obstante, aquél niño rubio, en su interior, era completamente distinto y tenía una sustancia búdica y musical, que marcaría una generación, y también un antes y un después en su respectivo género. Las circunstancias quisieron que se llamara Kurt Donald Cobain. Quien se convertiría en líder y vocalista de la mítica banda, Nirvana. Kurt, se casa con Courtney Love y dan vida a una niña de ojos idénticos a los de Kurt y de labios idénticos a los de Courtney, antes de sus cirugías, claro está. Tiempo después el aclamado músico, se droga con heroína y se suicida en su casa de campo, después de lidiar con dolores insoportables en sus entrañas y con un dolor mucho más profundo e incómodo, producido por el monstruo la fama. Fama a la cual nunca se pudo adaptar.

Entrando el cañón helado de una escopeta en su boca, pone fin a su vida el 5 de abril de 1994, y deja una nota explicando su acción y dedicándola a Buda en la parte inicial, con una letra casi ilegible y con pulso desordenado; la polémica sobre su muerte todavía está viva, tan viva como su éxito más rotundo: "Smells Like Teen Spirit", canción que logró hacer que miles de jóvenes se dejaran crecer el cabello para poder disfrutarla como decimos acá, con todos los juguetes. El legado de Kurt, sigue vigente hasta hoy: jeans rasgados, camisetas viejas y pequeñas, zapatos de cordones desgastados y sucios, y cigarrillos entre los labios morados por barbitúricos. Y claro, como todo, no faltará quien diga que para escuchar a Kurt Cobain, hay que tener las manos moradas de probar agujas; es válido si ese pensamiento surge de una quinceañera sin criterio. Al final, todo se trata de estereotipos y a medida que crecemos, nos damos cuenta de ello. Kurt, con su trágica muerte pasa a hacer parte de los famosos que mueren a los 27 años de edad, con toda una carrera por delante. Carrera que Kurt se negó correr hasta el final.

En su vida "personal", irónicamente tenía tendencias muy espirituales y poco a poco, como él mismo lo hace entender en varias líneas de su carta, llega a la aterradora comprensión de que está vacío. Así se percibe también en sus últimas entrevistas para la televisión, donde se palpa un hombre quizás libre, pero muy confundido. Un final triste para un músico que se sienta en el centro de la última cena, para repartir lo que parece ser su propio corazón. Me refiero a la escena que está en un cuadro al cual, solamente lo he visto colgado en "Yesterday", un bar de Envigado que se ubica por una calle conocida como "Guanteros". La señora nunca me vendió el cuadro, en más de diez veces en las que le ofrecí diferentes montos. Nadie pudo irse con él nunca. La señora nos hacía olvidar del deseo de tenerlo, dando algunos tragos gratis y sirviendo más tajadas de mango. Todos coincidíamos en que era propio de un museo y competíamos al que pudiera dar el nombre de todos los artistas que allí estaban pintados. Después de escudriñar por la red, años más tarde, me entero de que la imágen hace parte de una maravillosa publicación de la revista Shock. Existe y se puede buscar bajo el nombre de "Los Apóstoles del Rock", Kurt ocupa el lugar del salvador y en otra de las imágenes le muestran crucificado, rodeado de cuervos. Gracias Kurt, por vivir y por morir, y así redimir todos los pecados que al parecer, ha producido el sonido de la guitarra eléctrica y las voces rasgadas por la ira que genera una sociedad que más bien, parece un zoológico muy bien tenido. Se va el hombre pero su arte se queda y florece. 

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